viernes, 28 de noviembre de 2008

EL SUEÑO

Jesús llegó a casa cansado y de mal humor, como casi todos los días últimamente. Posó las llaves en la bandeja del recibidor y fue directo al sofá del salón, donde se dejó caer con desgana. Desde el baño le llegaban las voces de Lola, su mujer, y de la pequeña Sara, la hija de ambos. De la cocina surgía el agradable y apetitoso aroma que emanaba de una cacerola hirviente. Cerró los ojos. Esa tarde, al salir del colegio, se había encontrado de nuevo con su amigo Ramón. Realmente no sabía si aquellos últimos encuentros eran puramente casuales o era su amigo el que los forzaba. Se habían visto otra vez hacía cosa de dos meses, después de estar muchos años sin saber nada el uno de el otro, y sentados a la mesa de un viejo bar de barrio, frente a unas cañas de cervezas, se habían contado sus vidas. Ramón nunca había sido buen estudiante, de hecho no llegó a terminar el bachillerato y lo último que Jesús había sabido de él, era que trabajaba con su padre en la construcción. Al terminar en el Instituto, Jesús marchó del pueblo, a proseguir sus estudios en la ciudad y le perdió la pista. Pero por lo visto las cosas le habían ido más que bien.
-Tuve un golpe de suerte y me tocaron unos cuantos millones en la quiniela. Con ese dinero monté mi primer negocio. Un concesionario de venta de coches de segunda mano. Los traía de fuera, Alemania, Suiza, ya sabes, coches buenos y potentes, y los vendía aquí casi por el doble de lo que me habían costado. Luego monté una empresa inmobiliaria y ahí me hice de oro. Sigo con ambos negocios, claro que mucho más ampliados que al principio. La verdad es que no me han ido las cosas mal. ¿Y tú? ¿cómo te ha ido a ti la vida?
Jesús se revolvió incómodo en su silla antes de contestar. Hasta aquel mismo momento siempre había estado contento con su vida, jamás se había cuestionado ni un pedacito de felicidad. Ahora, escuchando las andanzas de su amigo, se estaba dando cuenta de que en realidad él no había conseguido ni la mitad.
-Bueno, a mí tampoco me ha ido mal. Terminé mi carrera de magisterio, aprobé las oposiciones y soy maestro. Me casé....
-¿Que te has casado? ¿que te has casado tú, con lo juerguista que eras? No me lo puedo creer- repuso Ramón soltando una risotada chulesca e impertinente- ¿Y quién es la afortunada? ¿la conozco?
-Claro. Es Lola, ¿te acuerdas? Aquella muchachita tímida que siempre se sentaba en las mesas de delante, en clase.
-¿Lola?, pues....la verdad es que no caigo.
-Si, hombre, una chica con el pelo marrón claro y los ojos oscuros, de gafas....
-¡Ah, si, Lola! Claro, ya me acuerdo. Era muy poquita cosa, y se le notaba a las leguas que estaba loca por ti.
A Jesús no le hizo ni pizca de gracia el comentario de su amigo, pero lo pasó por alto, no era cuestión de discutir por naderías. Además, era posible que Lola físicamente no fuera gran cosa, pero para él era la mejor compañera del mundo, la mejor amante y la mejor amiga, a la que amaba con verdadera pasión.
-No sé si estaba loca por mí, pero nos hicimos novios en la Universidad y somos felices. Llevamos casados siete años, tenemos una niña de tres y otro viene en camino.
-Uf, demasiadas responsabilidades te has echado tú encima. Yo ni me he casado ni lo haré jamás, y mucho menos tener hijos. Me gusta demasiado mi libertad. Me muevo de un lado a otro sin tener que dar cuentas a nadie. Cuando quiero mujeres, las tengo. El dinero lo puede todo y, aunque tal vez no esté bien decirlo, a mi pasta no me falta.
-Pues yo no estoy de acuerdo con eso, el dinero no lo es todo ni mucho menos.
-Eso dicen, pero están equivocados. Por mi experiencia se que todo, absolutamente todo, tiene un precio.
-No lo creo, Lola y yo no nadamos en la abundancia, pero somos muy felices.
-¿Felices?, estoy seguro de que habéis tenido que renunciar a muchos de vuestros sueños, el sueldo de un maestro no da para mucho.
-Pues no pero...
-Mira Jesús, yo estoy ahora aquí para ampliar mis negocios inmobiliarios. Estoy buscando un socio que me permita abrir en esta ciudad nuevas oficinas. Este socio debería hacer una pequeña aportación de capital, pero las ganancias posteriores compensarían con creces ese desembolso inicial. ¿Por qué no te animas?
-Que va, yo tengo mi trabajo, y no lo voy a dejar.
- Eres funcionario, puedes pedir una excedencia, si las cosas van mal, que no van a ir, siempre te queda la posibilidad de regresar a tu puesto. Piénsatelo Jesús. Nada me gustaría más que tenerte conmigo en mis negocios. Voy a estar una temporada larga en la ciudad. Si cambias de opinión no tienes más que llamarme.
Durante los días siguientes Jesús no paró de darle vueltas a la propuesta de su amigo. Era cierto, como él le había dicho, que muchos sueños se habían quedado por el camino. Lola y él, siempre habían soñado con tener una casa con jardín, para que sus hijos se criaran al aire libre, para tener un perro que les acompañara a la vez que disfrutara de libertad. Habían hecho planes de viajar, de conocer mundo, otras gentes, otras culturas. Pero finalmente habían optado por otras cosas, por otras satisfacciones. Lola, que también era maestra, había pedido una excedencia para cuidar de sus hijos. Era una decisión tomada por ambos de común acuerdo. Vivían con el sueldo de él. No les daba para mucho, pero tampoco estaban en la miseria ni mucho menos. Claro que si aceptaba la propuesta de su amigo, esos proyectos incumplidos tal vez pudieran llevarse a cabo. Quizás no fuera tan mala idea.
La loca carrera de su hija entrando en el salón lo sacó de su ensimismamiento. La niña, recién duchada, se echó en brazos de su padre dispuesta a despedirse de él antes de irse a la cama.
-Hola ratoncita, ¿ya te vas a la cama?
-Si papi, ¿pero me leerás un cuento?
-Claro que si, preciosa, pero cortito eh, que tienes que dormir.
-Vale, vale- gritaba entusiasmada la pequeña dando saltitos.
Jesús la tomó en sus brazos y la besó. Ella rodeó su cuello con sus pequeños bracitos.
-Te quiero mucho papá.
-Y yo a ti, tesoro.
Lola, entretanto, ponía la mesa para la cena. Los miró entrar en la habitación y por un segundo sonrió. Luego su expresión de tornó preocupada. Su marido no era el mismo desde hacía unas semanas, desde el maldito día que se había encontrado con aquel amigo suyo que le había echo una descabellada propuesta de trabajo. Ella, por supuesto, opinaba que no debía aceptar. Pero sabía que él seguía dándole vueltas a la estúpida idea. Llevó a la mesa la olla con las apetitosas albóndigas que había cocinado y una fuente con ensalada de lechuga y se sentó esperando por su marido. Al rato llegó él y también se sentó, sin decir nada, cabizbajo. Lola sabía que iban a volver a discutir por el tema de siempre.
-¿Qué tal en el colegio esta tarde? ¿Habéis terminado con las evaluaciones?- preguntó mientras servía la cena.
-Si, por fin hemos terminado.
-Habéis estado hasta muy tarde ¿no?
-Es que cuando salí, Ramón me estaba esperando. Fuimos a tomar un café y a hablar.
Lola se puso tensa.
-¿De qué?
-De negocios.
La mujer no dijo nada. Entre los dos se instaló un silencio cargado de malestar contenido. Ella daba vueltas a la comida sin probar bocado
-¿Por qué no comes? -le preguntó su marido.
-Porque me imagino de qué habéis estado hablando Ramón y tú.
-¿Otra vez a vueltas con lo mismo?
-Eso digo yo. Ya te dije que esa propuesta era absurda del todo. Tú tienes tu propio trabajo, un trabajo que te gusta. No necesitas otro. Además, no tenemos dinero para hacer una inversión en negocios que pueden salir como el rosario de la aurora.
-Pero podemos pedir un crédito.
-¿Un crédito? ¿no te llega con los seiscientos euros que tenemos que pagar de hipoteca todos los meses?
-Tendríamos más dinero para pagarlo. Además podríamos comprarnos la casa que siempre habíamos soñado y viajar y....
- Jesús, por favor, para de decir tonterías. Te estoy escuchando y te juro que no te conozco. Yo no necesito una casa, me encanta este piso ¿o ya te olvidaste de la ilusión con la que lo compramos y lo decoramos a nuestro gusto? Y tampoco necesito viajar, ni tener mucho dinero, ni todas esas estupideces que estás diciendo. Yo soy feliz contigo, con nuestra hija y con este otro que viene en camino, no quiero nada más.
-Joder Lola, si hay meses que casi no llegamos a fin de mes. Cuando tenemos algo ahorrado, se nos va en pagar el seguro del coche o se estropea la lavadora o cualquier otra tontería.
-Tonterías son las que estás diciendo tú. Hasta hace poco nada de eso te importaba demasiado. Si quieres más dinero yo puedo volver a trabajar. Metemos a los niños en una guardería y punto. Pero te recuerdo que ambos decidimos que por lo menos uno de los dos debía estar con ellos mientras fueran pequeños, y en ese momento ya sabíamos que no nadaríamos en la abundancia, por lo menos durante unos años. Y lo aceptamos, por eso no entiendo porqué vienes ahora con esas monsergas.
-Tal vez porque me da coraje que Ramón haya llegado tan alto y yo me haya quedado a mitad del camino.
-¿Eso es lo que crees? ¿Sara y yo somos tan poca cosa para ti que solo significamos la mitad del camino? Está bien saberlo. ¿Sabes lo que te digo? que hagas lo que te dé la gana, pero conmigo no cuentes para realizar tus estúpidos negocios. Estoy harta de discutir todos los días por lo mismo
Se levantó de la mesa y se marchó a la cama. Jesús pensó que su mujer había agarrado una rabieta sin sentido, pero estaba seguro que cuando los resultados de sus negocios con Ramón fueran visibles, ella cambiaría de opinión e incluso le daría las gracias. Recogió los platos y después de ver un rato la televisión se acostó. Su mujer respiraba lenta y acompasadamente, señal inequívoca de que estaba dormida. El también tenía que dormir. Al día siguiente, debía de estar en el banco a primera hora para negociar lo del crédito. Al poco tiempo se sumió en un profundo e inquieto sueño, un sueño, que sin él saberlo, le mostraría el camino adecuado.

De repente se vio envuelto en una espiral que parecía no tener fin, bajando cada vez más, como si se adentrara sin remedio en las entrañas de la tierra. Giraba cada vez más rápido, de tal forma que su mente perdía por momentos todo contacto con la realidad, hasta que terminó cayendo bruscamente en un suelo blando y ligeramente caliente. Se frotó los ojos y miró a su alrededor. Estaba en medio de la nada. Salvo una tenue luz que iluminaba el mínimo espacio donde él había ido a dar, lo rodeaba la negrura más absoluta. Intentó levantarse, pero no pudo, pues cada vez que hacía un esfuerzo para ponerse en pie aquel maldito suelo empezaba a moverse y se lo impedía. Comenzó a ponerse nervioso. No entendía nada, ni que hacía en aquel maldito sitio, ni cómo había ido a parar a él. De pronto escuchó atónito una voz que lo saludaba.
-Buenas noches, Jesús, ¿qué tal el viaje?
Jesús miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Asustado contestó.
-¿Quién eres? ¿dónde estás? ¿por qué sabes mi nombre? ¿y de qué viaje me hablas?
-Muchas preguntas me haces a la vez. Tranquilízate y vamos por partes. Te contestaré tus preguntas, pero con calma, sin prisas, tenemos toda la noche por delante y muchas cosas por mostrarte. Me preguntas quién soy y esa tal vez sea la respuesta más difícil de responder, no porque yo no conozca mi identidad, evidentemente, sino porque a ti te va a ser difícil comprender la respuesta. Yo no soy, ni más, ni menos, que dios. Pero no te inquietes, no tengo nada qué ver con ese dios que a ti te han enseñado. No soy ese dios omnipotente y castigador, capaz de premiar o de arrasar la humanidad, yo no soy así, y eso es fácilmente demostrable. Yo simplemente soy la energía moderadora del universo.
-No te entiendo.
- Bueno, con eso ya contaba. Verás, el universo, el mundo real, tal como vosotros lo entendéis, no fue creado por un dios, fue creado por un cúmulo de energías que se fueron cruzando, mezclando, hasta hacer surgir la vida tal y como hoy es y como fue a lo largo de los siglos. Esas fuerzas ya no están aquí, se han ido a crear otros mundos, otros universos, otras vidas, en definitiva, y yo me he quedado aquí, digamos.... vigilando, porque es poco más de lo que puedo hacer. Cuando creamos este mundo conocido por ti jamás pensamos que llegara hasta el punto de autodestrucción en que hoy se encuentra, y al que se ha ido encaminando poco a poco, pero irremediablemente, a lo largo de su existencia. A mí, como ente, hasta cierto punto, encargado de vuestro cuidado, me corresponde la tarea, a veces de todo punto imposible, de evitar vuestra autoaniquilación. No tengo poder para pararla del todo, sólo para, de vez en cuando, mostraros el camino adecuado. Eso es lo que intento hacer contigo, aunque confieso que me lo estás poniendo difícil.
-Sigo sin entender nada, ¿por qué me tienes que mostrar a mí ningún camino? ¿tan importante soy yo para evitar la destrucción del mundo?
Una sonora risotada llenó el espacio donde Jesús permanecía medio tirado en el suelo. Intentó de nuevo, encontrar la fuente de donde provenía la misma, sin conseguirlo.
-No te equivoques -prosiguió la voz del tal dios - lo tuyo no tiene nada que ver con el resto del mundo, tiene que ver sólo contigo. Yo no sólo soy el encargado de velar por el mundo en su conjunto, sino por cada unos de los seres que lo componen y tú eres unos de ellos.
-Pero ¿qué he hecho yo mal para que tengas que corregirme?
-Hasta este momento, casi nada. Pero últimamente piensas demasiado en el dinero, en unos negocios que te han propuesto y que a tu mujer no le gustan. Y discutes mucho con ella por ese motivo.
-Si, tienes razón, pero sólo son riñas sin importancia. Ella terminará convenciéndose de que tengo razón.
-No estoy autorizado para decirte lo que va a pasar con tu vida, entre otras cosas, porque ni yo mismo lo se. Ese destino escrito del que hablan muchos en tu mundo, no existe. Vuestro destino os lo labráis vosotros mismos. Es por eso que no puedo decirte si tu mujer aceptará o no tus propuestas, aunque, como conozco sus pensamientos, tengo una vaga idea.
-Todo lo que me estás diciendo me confunde, no sé a dónde quieres llegar. Por cierto, no me has respondido a mi última pregunta, ¿qué viaje he hecho? ¿donde estoy?
-Realmente no creo que importe eso demasiado pero ya que insistes, te lo voy a decir. Estás, dentro de tu propia mente. Has hecho un viaje al interior de ti mismo.
-Entonces, tú eres mi conciencia.
-Ya te he dicho quien soy, no empieces de nuevo. Y también te he dicho que estoy aquí para ayudarte.
-¿Ayudarme a qué? Yo no necesito tu ayuda, además nunca he creído en Dios.
-Ni una cosa, ni la otra son demasiado ciertas, pero da igual. Ahora quiero mostrarte algo.
El espacio delante del hombre se iluminó tenuemente y apareció, suspendida en la nada, la imagen de Lola, su mujer. Estaba levantándose de la mesa y dirigiéndose al dormitorio, tal y como había hecho aquella noche.
-Es Lola - dijo Jesús, sorprendido.
-Efectivamente, ella es -corroboró la voz - una ser verdaderamente adorable. Tiene sus fallos, como todo el mundo, pero es uno de los poco habitantes de la tierra con el alma limpia. Tienes mucha suerte de que esté a tu lado.
-¿Y qué me quieres mostrar de ella?
-Esta noche, durante la cena, habéis vuelto a discutir.
-Ya te he dicho que no tiene importancia.
-Eso es lo que piensas tú. Yo me voy a limitar a mostrarte los pensamientos de tú mujer cuando se fue a la cama. Escucha.
La voz de su mujer se dejó oír firme y fuerte, mientras el la veía ponerse el pijama y acostarse.
"Estoy empezando a estar realmente harta de toda esta historia. No entiendo la actitud de Jesús, este interés absurdo y repentino por tener mucho dinero, de verdad que no lo entiendo. Con lo felices que éramos. Siempre habíamos pensado que era mucho mejor tener poco y ser mucho, ser personas íntegras, honestas, estar con nuestros hijos, disfrutar de su infancia, educarlos en el amor hacía los demás, en el respeto y la libertad, alejándolos del consumismo exagerado, del que también renegamos nosotros mismo. Éramos tan felices....... y ahora esto. Ahora precisamente que nuestro pequeño viene en camino, ahora que se iba a materializar nuestro gran sueño de completar la familia, ahora se le da por pensar en esos estúpidos negocios. No se qué poder de persuasión ha tenido su amigo Ramón para hacerle cambiar de opinión en tan poco tiempo. Además, ese tipo no me gustaba en absoluto cuando estábamos en el Instituto y seguro que no habrá cambiado mucho. La gente de su calaña siempre es igual de mezquina. Todavía recuerdo aquella tarde que se coló en los baños cuando estaba yo sola, me acorraló contra la pared y comenzó a sobarme los pechos, diciéndome que quería probar él también lo que volvía loco a su amigo Jesús. Si no llega a entrar en aquel momento una chica, no sé que hubiera sido de mí. Es un sinvergüenza. Jamás había pensado esto, pero si Jesús insiste en llevar a cabo esos negocios con él, voy a tener que marcharme. Me llevaré a Clara una temporada a casa de mis padres. Estando yo lejos de él y él lejos de mi, tal vez ambos podamos reflexionar sobre lo que está pasando"
La voz de Lola cesó y la imagen desapareció, dejando a Jesús confuso y asombrado.
-¿Se va a ir de casa? no me lo puedo creer. Pero si....no es para tanto.
-Eso es lo que tú piensas - repuso dios- pero ya ves que ella no lo cree así.
-No puede irse, no puede dejarme, yo no entendería mi vida sin ella, y sin mis hijos. Además....Ramón, quiso.....abusar de ella ¿porqué nunca me lo dijo?
-El por qué no te lo dijo, no importa ahora Jesús. Lo que realmente importa es que tus ojos se abran a la realidad que estás queriendo vivir. Pon atención a las imágenes que ahora voy a mostrarte.
Frente a sus ojos pareció ahora Ramón, en conversación con un grupo de hombres. No se escuchaba lo que parecían estar hablando.
-Tu amigo Ramón. ¿Sabes quiénes son los que están con él?
-Jamás los había visto.
-Pues yo te lo voy a decir. Son unos narcotraficantes, no te voy a decir sus nombres, sólo te voy a informar de que Ramón forma parte de ellos.
-¿Me estás diciendo que Ramón trafica con droga?
-Has entendido bien. No te engañó cuando te dijo que poseía una gran fortuna, pero sí lo hizo cuando te habló de sus negocios. Lo que a ti te mostró es sólo la tapadera de algo sucio. Ramón se dedica a traer droga de Colombia y distribuirla en tu país.
Mientras la voz se dejaba oír, las imágenes que Jesús veía de su amigo no podían ser más relevantes. El mismo, en algunas de ellas, se encargaba de cargar los fardos de droga en un coche.
-No me lo puedo creer -dijo Jesús asombrado - ¿Y ese hijo de puta pretendía meterme en sus negocios sucios?
-A esa pregunta no te puedo contestar. No se si pretendía meterte en los sucios o en los limpios. Aunque de estos últimos no tiene muchos.
Las imágenes desaparecieron y el espacio quedó en silencio. Jesús meditó durante unos segundos, luego habló a la voz.
-¿Por qué haces esto conmigo?
-Lo hago porque, así como te he dicho que tu mujer es un alma limpia, tú hasta ahora también lo has sido. Porque entre ambos, aunque no os dierais cuenta, estabais colaborando en la construcción de un mundo mejor, mucho más justo. Y tú, has estado a punto de torcerte. Esto es todo cuando tenía que decirte. Espero que te sirva de algo, pero quiero que entiendas que la última decisión es tuya. Yo he sido objetivo. Simplemente te he abierto los ojos a una realidad que desconocías. Ahora en tus manos está tomar la decisión correcta. Por cierto, cuando despiertes, no recordarás nada de lo acontecido.
Dicho esto Jesús fue de nuevo absorbido por una extraña fuerza que tiraba de él hacia arriba, dando vueltas y más vueltas, hasta que despertó sobresaltado en la penumbra de su dormitorio.
El despertador escupió su estridente ruido a las siete y media de la mañana. Jesús se levantó perezosamente y miró por la ventana. El cielo se empezaba a teñir de rojo, y las estrellas que lo poblaban hacían presagiar un frío y soleado día. Miró a Lola. Parecía dormir apaciblemente, a juzgar por el tranquilo y rítmico vaivén de su pecho. Jesús se duchó con calma y después se preparó un frugal desayuno a base de algo de fruta y un café con leche. Había quedado con Ramón a las ocho y media en el Banco Internacional así que salió de su piso y tomó el ascensor que lo llevó hasta el garaje. Montó en su coche y lo encendió, pero antes de emprender la marcha una extraña sensación recorrió su cuerpo. Se sentía como, cuando era un niño, estaba a punto de hacer algo que sabía a ciencia cierta que no estaba bien. De pronto pensó en Lola, en Clara, en el bebé dentro de pocos meses formaría parte de su familia y se dio cuenta de que ellos eran el mayor tesoro que iba a poseer en toda su vida, de que el dinero que le ofrecía ganar su amigo no tenía más valor que el del vil metal. No iba a dejarse cegar por los lujos que él le había ofrecido, no merecía la pena. Su mujer tenía razón, eran felices tal y como estaban, no necesitaban más. Apago el coche y regresó de nuevo a su hogar. Entró en el dormitorio y se sorprendió al encontrar a su mujer con los ojos abiertos como platos.
-¿Te has despertado? Hace un momento, cuando me fui, dormías como un tronco.
-Ya estaba despierta. Esta noche no he dormido muy bien, y tú también has tenido un sueño agitado.
-¿Yo? Pues no me he dado cuenta, he dormido como los ángeles.
Lola pasó por alto el comentario. Estaba preocupada.
-¿Por qué has vuelto a casa? ¿no tenías que estar hoy más temprano en el colegio?
-Me ha llamado a última hora el director y han suspendido la reunión -mintió - además, quería decirte algo. Siento mucho mi actitud de las últimas semanas, cariño, creo que tienes toda la razón del mundo. Ambos elegimos esta forma de vida y somos felices así. No voy a aceptar la proposición de Ramón.
La mujer suspiró y sonrió.
-No sabes cuanto me alegro de escucharte decir eso. No se lo que te ha hecho cambiar de opinión pero sea lo sea, le doy las gracias.
-Yo tampoco lo se. Tal vez haya sido Dios- se acercó a su mujer y la besó con ternura, sin entender muy bien qué le había impulsado a meter a Dios en todo aquello.

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